Para situarnos diré que fue el fundador del actual Museo Antropológico de Madrid, el que se encuentra situado enfrente de la estación de Atocha. Fue catedrático de Operaciones y Anatomía de la Escuela de Medicina de San Carlos, además de coleccionista, viajero y científico eminente que, sin embargo, ve marcados los últimos años de su vida por la obsesión de la muerte de su pequeña hija de quince años de edad. La hija del doctor Velasco era delicada, enfermiza, rubia y muy pálida.
Dice la leyenda que la única hija del doctor G. Velasco, siendo muy joven enfermó, según unos de tisis, según otros de tuberculosis, y que los médicos poco pudieron hacer para curarla, muriendo al poco. Tanta fue la tristeza de su padre y la impotencia por no haber podido salvar su vida que pide y obtiene un permiso en base a su prestigio como científico, para embalsamar a su hija y retener su cadáver en su domicilio. En todo el proceso de embalsamiento es ayudado por su discípulo el doctor Muñoz, al parecer, prometido de la joven difunta.
Los rumores van corriendo cada vez más. Algunos afirman que al atardecer el doctor Velasco saca a pasear a su hija en el coche de caballos y que la sienta enfrente de él, al lado de la ventanilla.
La leyenda crece y un cierto temor se va apoderando de los madrileños, que no se atreven a pasar por delante de la casa del doctor o por sus cercanías. Algunos periódicos se hacen eco del rumor y en los mentideros y cafés de Madrid no se habla de otra cosa.