El tema de los ritos da para mucho más, sirva de muestra que el muerto seguía presente mientras viva su familia. En Navidad, por ejemplo, se disponía en la mesa el sitio del cabeza de familia muerto, o se le reservaba una barra de pan.
Hasta bien entrado el siglo XX en muchas aldeas gallegas, los muertos iban envueltos en una sábana o sudario (Debajo llevaban: camisa y calzoncillo los hombres, y camisa, saya y medias las mujeres) quizás por eso las almas en pena que se encontraban vagando errantes en la noche, iban vestidas con túnicas blancas.Normalmente, además de las medidas que se daban en el resto de lugares como atar un pañuelo desde la barbilla a la cabeza para cerrarle la boca, en Galicia se lavaba en cuerpo y se afeitaba al difunto, además se le taponaban los orificios nasales para evitar que el alma retornara a su cuerpo.En algunos lugares se colocaba sobre el cadáver unas tijeras, un trozo de hierro, una plato con sal y un peine. Las tijeras tenían como finalidad que no se propagara la gangrena, el hierro para que no se hinchara el cuerpo, la sal para ahuyentar los malos espíritus (el demonio). El peine está más relacionado con el simbolismo funerario, ya que el pelo se guardaba después de peinarse entre los huecos de las paredes de la casa, porque después vendrían las almas a recogerlo.
En muchas parroquias el velatorio se hacia en la propia iglesia, se le llevaba desde su casa hasta la iglesia en un "escano" una especie de parihuela de madera y desde allí al cementerio. Cuando había un muerto en una aldea, ya fuera el velatorio en su casa o en la iglesia, acudían la totalidad de los vecinos a velar el cadáver, en núcleos de población más habitados, sólo acudían conocidos o allegados. La costumbre era que mientras las mujeres rezaban, los hombres ocupaban la cocina y se les servía aguardiente, luego se cenaba copiosamente y para pasar la noche se hacían juegos y pasatiempos.Hasta el último cuarto del siglo XX las viudas llevaban luto de por vida, el resto de los familiares tras el luto, que duraba años, pasaban al alivio antes de vestir de color. Referir que las mujeres en la Costa de Muerte hasta hace muy poco, iban de luto casi de por vida, primero era el abuelo, el padre, el marido, los hijos y si le daban tiempo, los nietos Se le lloraba al muerto y en función del poder económico de la familia se contrataba a choronas (plañideras) algunas alcanzaron gran fama, como la de Cangas.
El cadáver debe salir con los pies por delante e ir en esa posición hasta llegar al cementerio y mientras se celebra la conducción cerraran todos los comercios y bares, y las campanas de la iglesia tañerán a muerto.Para evitar el "Aire del Difunto" hay que sacar los animales de las cuadras, nadie permanecerá en cama o será presagio de una muerte cercana, los niños deben ver al cadáver desde arriba para no corren el riesgo de coger el "Aire"El orden de la comitiva tiene la peculiaridad de que los que van delante en el desfile del entierro son los animales.Al salir el cadáver de casa es cuando el "pranto" de las plañideras debe ser más sonoro y la familia gritará desesperada por la pérdida.Si es muerto fuera joven, conviene llevar música en la conducción y en algunos lugares, cuando se acercaban al cementerio, los amigos que portaban el ataúd, al ritmo de la música daban tres pasos adelante y dos atrás, era una forma de prolongar al amigo en el mundo de los vivos.
CONCLUSIÓN
A lo largo de la historia, desde el neolítico al siglo XX la cultura gallega ha sufrido muchas influencias extrañas a sus orígenes, esa tierra que los griegos bautizaron como EL PAÍS DE LOS MUERTOS, fue colonizada por romanos, cristianizada, reino de suevos y visigodos, invadida por el Islam, de nuevo cristiana, asturiana, leonesa, castellana y española, invadida por normandos, vikingos y por los franceses guiados por los vientos de la ilustración, ha mantenido durante todos esos miles de años unas costumbres ancestrales, adaptándolas a cada nuevo tiempo sin perder su genuina personalidad, sin embargo, han bastado veinticinco años, veinticinco miserables años, el último cuarto de siglo, para que la televisión con su cultura uniformadora, haya diluido en la ignorancia y el desconocimiento lo que ninguna cultura había logrado jamás.